Morena: Por un partido de nuevo tipo


Eduardo Cervantes Díaz Lombardo
Los partidos políticos de México viven una profunda crisis de credibilidad y están sumidos en el desprestigio.
En el caso del PRI y del PAN, se trata de franquicias políticas al servicio de la oligarquía de potentados que se han beneficiado del modelo económico neoliberal que se viene aplicando en México desde hace casi 30 años, con el desastre nacional como dramática secuela.
         No obstante la desconfianza social en los partidos incluye también a los llamados de izquierda: PRD, PT y MC. Ello obedece a que no representan las expectativas ni las necesidades de la gente, a la corrupción de muchos de sus dirigentes y al abandono de los principios y del proyecto que dicen defender.
       En el caso del PRD, su descrédito es tan grande como su extravío.  Ahora, el fin último de la burocracia dirigente es reciclarse en las candidaturas y los cargos públicos y partidistas, haciendo de lado el propósito de transformar la vida pública de México.
Para ello desmanteló la estructura organizativa del partido, suprimió la legalidad interna y en lugar de militantes creó legiones de clientes políticos sin formación ni conciencia.

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Teóricamente el partido es un instrumento de organización o una opción electoral del segmento social que se identifica con sus postulados y proyecto. Esto, por sí mismo, no es malo ni negativo; el problema es darle la espalda a lo que se dice representar, de lo cual no tiene la culpa el partido como tal, sino los dirigentes que lo pervierten, guiados por sus intereses personales o de grupo.
Por otra parte, no existe otra forma de organización para transformar la realidad social por la vía pacífica, ya que ello supone participar en elecciones y sólo pueden participar en ellas los partidos.
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El reto principal de la izquierda en nuestro país es la organización, condición indispensable e insustituible para el cambio de régimen que MORENA ha fijado como su objetivo primordial. Sin la organización no se puede construir el poder popular ni será posible cristalizar la transformación de la vida pública que nos proponemos para México.
En la actualidad, si bien hemos avanzado de manera importante en la organización del pueblo, el grado y el nivel alcanzados aún resultan insuficientes para detener los fraudes electorales y las políticas públicas contrarias al interés nacional y popular.
En este punto conviene preguntarse si los partidos llamados de izquierda son capaces de llevar a buen puerto los objetivos históricos del pueblo mexicano y la respuesta evidente es que no, por la simple razón de que se han olvidado de dichos objetivos y mas bien se han sumado a las reglas del juego del sistema y de la clase política.
Otra pregunta obligada es si el movimiento social, con sus variadas expresiones (incluida MORENA) puede conducir la lucha por el cambio verdadero, considerando en ello la vía pacífica y la participación electoral como Andrés Manuel ha planteado reiteradamente, y la respuesta también es que no, entre otras cosas porque se mantendría la subordinación a los partidos llamados de izquierda y la definición de las candidaturas seguiría en manos de sus burocracias, incapaces de ver más allá de sus intereses personales y de grupo.
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Así las cosas, mantener la estrategia del cambio de régimen y andar en ese camino por la vía pacífica y electoral reclama de una nueva organización política, es decir, de un partido, pero necesariamente de un partido de nuevo tipo, desprovisto de las ataduras y ambiciones que den al traste con la esperanza.
Un partido de nuevo tipo que garantice concepciones, estilos y prácticas diferentes a las tradicionales, esto es, que se desenvuelva con una cultura política anclada en la moral y en la ética, atributos sin los cuales repetiríamos los errores y cancelaríamos un futuro promisorio.
Ahora bien, una cultura política renovada no se establece ni se impone por decreto; por el contrario, se trata de un proceso y de una perseverancia cotidiana, producto, a su vez, de la conciencia plena sobre su necesidad, situación ésta que Andrés Manuel López Obrador representa y encarna con toda propiedad.
       Partido de nuevo tipo que ponga en el centro de sus accionar el postulado de la revolución de las conciencias y el desarrollo del pensamiento crítico, en el sentido de ir edificando una militancia, pero también una sociedad, informada, solidaria y fraterna, que enaltezca el valor de la honestidad y que se apropie de su destino a partir del auto reconocimiento de su poder y su fuerza.
      Partido de nuevo tipo sustentado en una nueva base social y una militancia organizadas, informadas y participativas, constituidas en conciencia crítica de los dirigentes, con capacidad de propuesta y de evaluación, atentas cuando se requiera a la revocación del mandato, exigentes con la rendición de cuentas.
      Por ello, un elemento central del nuevo partido sería la formación política de sus miembros, bajo el supuesto de tratarse de un derecho irrenunciable y no de un asunto sujeto a la discrecionalidad burocrática. La construcción de una nueva cultura política y el desarrollo del pensamiento crítico están íntimamente ligados con el proceso formativo de los miembros de la organización.
     Partido de nuevo tipo incluyente y plural, abierto a  la sociedad, solidario y comprometido con las luchas y movimientos sociales, en el que las candidaturas se definan por el perfil de las personas y los compañeros y nunca más por cuotas o influyentismos.
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Por las razones anteriores, la mejor propuesta para MORENA y su futuro es convertirse en un partido político de nuevo tipo, plenamente comprometido con los intereses de la nación y del pueblo y con una democracia interna a prueba de arribistas y trepadores.
     Contamos para ello con el ejemplo de Andrés Manuel, pero también con el de muchos mexicanos distinguidos y honestos que se han sumado a MORENA y, sobre todo, con millones de mexicanos conscientes de la necesidad de un cambio verdadero, movidos realmente por el ideal de un México mejor y por la certeza de que la dignidad no tiene precio.